Una mirada al estilo de Lovecraft

Página manuscrita de H.P. Lovecraft.
Página manuscrita de H.P. Lovecraft.

Roland Barthes en su ensayo El grado cero de la escritura (1953) al referirse al estilo, dice que es parte del quehacer del literato, que implica “imágenes, elocución, léxico [que] nacen del cuerpo y del pasado del escritor y poco a poco se transforman en los automatismos de su arte”. Estilo vendría a ser un modo de plantearse la escritura, un conjunto de estrategias discursivas que definen a la obra de un autor en tanto tales estrategias son reconocidas por un lector. Dichos “automatismos”, en palabras de Barthes, incluso conforman una especie de “mitología personal” del autor, como si fuera una huella que reconocemos y de las cuales nos vamos familiarizando. El estilo es algo que se va cultivando y eso es, probablemente, lo que funda una “identidad” con el escritor. ¿Es posible hablar de un estilo en la obra de Howard Philips Lovecraft?

Desde ya quien quiera comprender más de cerca el estilo literario de H.P. Lovecraft debe acercarse a leer su breve ensayo: “Notas sobre la escritura de la ficción extraña”, publicado originalmente en la revista Amateur Correspondent, 2, No. 1, de Mayo-Junio de 1937, en las páginas 7–10, según el dato que nos proporciona el sitio web H.P. Lovecraft Archive. En este se puede encontrar el texto original, mismo que está traducido en versión que puede ser mejorable en la revista Axxon.

Primero llama la atención que Lovecraft denomina al género de su trabajo, “ficción extraña”, traducción de “weird fiction”. Aunque comúnmente se comprende a “weird” como extraño o raro y su mención es directa a los cuentos de terror, cabe indicar que dicha palabra, en inglés, alude a la idea de destino, de sino. Un artículo de Dave Wilton, en Wordorigins, nos plantea precisamente esta connotación, que “weird” indica a lo que nos depara el destino o de lo que creemos que somos dependientes como parte del destino o de la suerte; pero ya como adjetivo, implica al misterio o al asombro que rodea tal fortuna, tal sino, tal destino, de donde deriva su significación actual, de misterioso, asombroso, extraño, raro, inesperado, es decir, lo inexplicable.

Las acepciones sobre “weird” de alguna manera nos hacen comprender más el ensayo de Lovecraft, en la medida que nos pone a pensar que en la literatura denominada “de terror”, hay mucho de todo ello, es decir, hay mucho de misterioso, de asombroso, de extraño, de raro, de inesperado o de algo inexplicable. Lovecraft, de hecho, se decanta en sentido cierto por el cuento o la novela fantástica y, en particular, la sobrenatural, porque quería reproducir en ellas lo que le producía un sentimiento de miedo, muy connatural al ser humano. Para él el miedo era “nuestra emoción más fuerte e intensa y la que mejor se presta para crear ilusiones que desafían a la naturaleza”. Reconoce que el miedo es siempre hacia lo desconocido, hecho que se traduce en la idea de tiempo.

Una diferencia con el clásico cuento de terror, lo que manejaba mejor Lovecraft en su obra era precisamente el tiempo, creando una atmósfera, donde aplicaba, según este, un “énfasis donde debe corresponder”. Habría que comprender este manejo de tiempo tanto en el trabajo escriturario como en la sensación de vaguedad y, al mismo tiempo, de inseguridad o de inestabilidad, en el lector. En un caso, implica una serie de descripciones pormenorizadas, una serie de objetivaciones en elementos acaso anodinos, en sembrar con imágenes literarias la sensación de pisar un terreno prohibido y respirar un aire pesado, los que retrasan premeditadamente y con acierto el cierre de un cuento. En el otro caso, se trata de que los “eventos y condiciones inconcebibles aunque tienen desventajas especiales para superarlas, esto se puede hacer cuando se logra mantener un realismo cuidadoso en todas las partes de la historia, excepto cuando se debe abordar el acontecimiento asombroso”. Esto quiere decir que, depende del uso estratégico de lo formal, se debe manipular tal atmósfera, con sus condiciones, con su pesadez, con su aire o sentimiento producido, manteniendo siempre el modo realista, aunque, luego se tiene que hacer brincar lo sobrenatural de otro modo. El tratamiento de lo sobrenatural, en palabras de Lovecraft, tiene que ser “de forma impresionante y deliberada”, que derivaría en una construcción cuidadosa, también, de lo emocional en el lector. Dicho de otro modo, tanto atmósfera, como manejo del tiempo y construcción del acontecimiento asombroso, todo ello tiene implicancias en la lectura, pues lo que se habría hecho, en definitiva, es haber edificado lo emocional en el lector. El manejo del tiempo narrativo y el tiempo del lector, donde ambos se entroncan, provocaría que lo fantástico de pronto salte en su dimensión asombrosa, en su aspecto incluso grotesco.

Por lo tanto, el tiempo, de acuerdo a Lovecraft, estaría definido por la atmósfera, más no por la acción, donde el comportamiento humano – a través de los personajes – se representaría también como parte de un estado de ánimo; en él se mostraría ese sentimiento de miedo, de inestabilidad ante lo desconocido. En este marco, lo que le interesaba a Lovecraft era suspender, violar o romper “con las mortificantes limitaciones del tiempo, del espacio y de la ley natural que siempre nos aprisionan y frustran nuestra curiosidad acerca de los espacios cósmicos infinitos, más allá del radio de percepción de nuestra vista y raciocinio”.

Y he aquí que cuando hablamos de la literatura de Lovecraft no solo nos refiramos a lo fantástico, sino a la ciencia ficción. Pues su obra, si bien dialoga con lo sobrenatural, al mismo tiempo lo hace con los enigmas, con los misterios del universo, ese espacio cósmico infinito referido por el escritor. El destino, el sino, al que hacía alusión antes, si bien nos puede remitirnos a lo que en las leyendas antiguas o clásicas se llamaban los “dioses”, en la literatura de Lovecraft, es el mismo pesado aliento de los seres cósmicos que aún pueblan muchas regiones del planeta en forma de deidades, de signos dejados por ellos, referidos incluso por las leyendas. Es posible que estos dioses cósmicos quizá estuvieron antes que los seres humanos o quizá fueron olvidados por la raza humana; su presencia inexorable es lo que nos recuerda entre letras Lovecraft con una maestría tal que nos hace sentir que el destino no está definido para cada uno de nosotros, sino que está ahí, en ciertas regiones, donde si ingresamos, a sabiendas que existe una advertencia, nos enroscamos en tal destino, en su extrañeza a la cual finalmente sucumbimos o nos sometemos.

H.P. Lovecraft
H.P. Lovecraft

¿Cómo se logra esto? Lovecraft nos revela su fórmula en el mencionado ensayo –objeto de este artículo–, “Notas sobre la escritura de la ficción extraña”. Y la fórmula es más simple y revela antes que a un escritor, a una especie de antropólogo del tiempo. Lovecraft apunta, en este sentido: a) hacer una sinopsis o cuadro de acontecimientos; b) depurar en una segunda sinopsis interpolando o suprimiendo hechos; c) escritura fluida; d) atención al vocabulario, al ritmo del texto, al equilibrio del cuento; e) pasarlo a máquina de escribir.

¿Qué es lo que ha hecho Lovecraft? Nada más que la descripción de su modo de trabajo. Pero alguien preguntará, ¿cuál es en realidad la fórmula? Diría que la expectación. Él mismo lo dice: “comienzo con un estado de ánimo o una idea o una imagen que deseo expresar, los cuales giran en mi mente hasta que pueda pensar en una buena manera de incorporarlos dentro de una cierta cadena de acontecimientos dramáticos capaces de ser sus representaciones en términos concretos”. Asimismo habla de “especular sobre explicaciones lógicas… motivadas por el estado de ánimo determinado, la idea o la imagen”. Y, ¿cuáles serían estas? Según Lovecraft, o ahondar lo que está en el seno del horror cósmico, un “algo”, “una entidad”, “una atmósfera”, “una condición”; o mostrar los efectos de dicho horror; o cómo se reacciona ante este.

Volviendo al tema del destino o lo que pesa como destino o sino, el horror cósmico implicaría la sensación de presencia de lo extraño que viene o que aviene del espacio exterior, o lo que el personaje hace para corroborar que es presa de algo inexorable. Por ello, finalmente, Lovecraft indica que hay cuatro tipos de cuentos “extraños”: “uno expresa un estado de ánimo o sentimiento, otro, un concepto vívido, un tercer tipo expresa una situación general, una condición, una leyenda o un concepto intelectual, y el cuarto que define una escena definitiva o una situación dramática específica o un clímax”. En sentido general, cualquiera de las formas adoptadas, en Lovecraft la esencia es la atmósfera creada con el sentimiento inserto en ella.

En su ciencia ficción, la extrañeza –si es que seguimos recurriendo a la definición de Darko Suvin en su Metamorphoses of science fiction 1979)– viene dada porque una atmósfera conocida de pronto se nos vuelve inexplicable, porque en ella sentimos una respuesta a una inquietud que el mismo Lovecraft lo manifiesta: la curiosidad ardiente sobre lo que viene o está en el espacio exterior que, no obstante, nos es desconocido hasta hoy. Su estilo, en términos de Barthes, implica el manejo de su fórmula de expectación y que a lo largo de su obra es reconocible y por la cual se encumbró como un maestro de lo weird fiction.

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