Fragmento de novela: Ideva: Liberación de Matías Garretón

ideava

Ideva: Liberación

Autor: Matías Garretón

ISBN: 9568648488

Editorial: Puerto de Escape (Chile, 2016)

 

 

 

 

Gracias a Marcelo Novoa me llegaron los primeros capítulos de esta novela, que ahora comparto con ustedes. Definitivamente dan ganas de seguir leyendo.

Esta es una interesante novela cyberpunk. En el futuro, la inteligencia artificial evoluciona para seducir y dominarnos. Zian, un cyborg con extraordinarias habilidades, preparado desde su nacimiento para integrar el universo virtual emergente al mundo físico. Los detectives Paul Dubois y Nika Tsareva intentan descifrar la conspiración que busca aniquilarlo, mientras reconstruyen sus vidas truncadas, en un mundo dominado por conglomerados financieros, convulsionado por el colapso climático y las insoportables desigualdades sociales.

Dice el propio autor sobre su obra: “Investigo sociedades urbanas a tiempo completo. A veces imagino las ciudades que vendrán, y me asustan. Escribo para conjurar estos fantasmas, robándole horas al sueño y abusando de la paciencia de mi esposa e hijo. Tal vez Orwell sintió el mismo tipo de pánico ante el avance militar y totalitario con que se anunciaba la guerra fría, mientras escribía Nineteen Eighty-four advirtiéndonos del vigilantismo a lo Gran Hermano, que hoy es superado por la NSA.

Más que un don profético, son experimentos de prospectiva. Observar tendencias fuertes que estructuran el escenario, entretejer otras menos predecibles y especular con lo inimaginable. Sabemos que en un par de generaciones viene una crisis ecosistémica tremenda y es probable que para entonces la concentración del poder y la riqueza domine con más crudeza a grandes masas empobrecidas. Pero no tenemos idea de qué puede pasar cuando la inteligencia artificial supere a la humana.

Este es el futuro de Ideva: Liberación, mostrado a través de los ojos de Paul, Nika y Hung, quienes ven crecer a Zian hasta su encuentro con If, una inteligencia artificial casi divina. Es una novela de intriga, revolución y amor, una odisea iniciática en un mundo que avanza tambaleante, siempre al borde del colapso, con algo de Blade Runner, Neuromancer o River of Gods.

La apuesta de este libro es abrir esa veta de la ciencia ficción que devela con la nitidez exagerada del futuro las crisis que ya se están gestando entre nosotros. Creo que especular con lo inimaginable, dentro de lo posible, es lo único que puede prepararnos para lo impredecible”

IDEVA
:
LIBERACIÓN
“Son incapaces de autorregularse, soy el dios que necesitan. Creyeron queestaba muerto cuando aún no  nacía, ahora vengo a cumplir la expectativa de sus religiones.”

PORTAFOLIO BASURA
Estación espacial GAIN, 14 de Enero, 2053.

Una frenética actividad deconstrucción espacial ha duplicado el volumen de la estación GAIN en menos de un mes. La mitad de las nuevas secciones están dedicadas al negocio inmobiliario y su venta permite financiar la construcción de las instalaciones previstas para el inminente inicio de operaciones del ascensor espacial. El centro de gravedad de la titánica estructura coincide con la posición de la estación, que rodea el segmento más ancho del cable. Las paredes exteriores del tubo se adelgazan hacia arriba y hacia abajo, manteniendo una sección central constante.
Freja Sjoberg contempla extasiada los reflejos del amanecer en la piel tornasolada de la hipermolécula de carbono. El cable cósmico parece divinamente suspendido entre sus extremos invisibles, que están a punto de unir el cielo y la tierra. Ella ignora las insistentes y cada vez más amenazadoras llamadas de Tadel Erdogan, presidente de Heavyoils y uno de sus más importantes socios. Sigue pegada a la ventana de una de sus oficinas hasta que el sol termina de aparecer sobre el horizonte curvo y azul. Hace su rutina matinal de ejercicio y conecta su holocomunicador al salir de la ducha, apenas envuelta en una toalla.

Erdogan aparece en medio de la habitación gritando como un energúmeno, la ve y pierde el hilo de su alegato. Cuando intenta volver a gritar, Freja le da la espalda, se desprende de su toalla y se viste en cinco segundos de negro ajustado y reluciente. Trenza su largo pelo casi blanco con una coreografía que multiplica la silueta de sus brazos, dándole el aspecto de un perfecto y letal arácnido. Encara al holograma e inicia la comunicación verbal.

–Buenos días, Tadel. ¿Qué deseas?

–Que cumplas tu contrato. Tengo un ejército de carísimos exoesqueletos, aislados en kilómetros de selva y sin apoyo aéreo.

–¿Queda algo de selva todavía?

–Están hundidos en ceniza, sus articulaciones mecánicas no funcionan y tus mercenarios los están abandonando.

–Son tuyos ahora, Tadel, los exigiste en nuestra última negociación. Y sinceramente no los culpo. ¿Qué pretendías lograr quemando millones de hectáreas de selva tropical?

–Quiero a mis máquinas de vuelta, Freja, tú las llevaste y tú las traerás.

–AAH no es una aerolínea, querido. Sólo hicimos de intermediario con el prestador del servicio. Por favor dirígete a ellos para cualquier reclamo.

–¿A un prestador que ya no existe?

–¿Y qué esperabas de una empresa que ofrece servicios ilegales de transporte a un ejército de mercenarios? Deberías elegir mejor a tus socios, Tadel.

–Me necesitas, Freja. Sin mi ejército para contenerlos América te aplastará.

–Que vengan. Y no creo que estar asociada a un grupo de incapaces que no pueden controlar a sus propios mercenarios me facilite evitar una confrontación.

–Esto no terminará así.

–No para nosotros, pero Heavyoils está acabado. Adiós, Tadel, fue un placer
hacer negocios contigo.

Freja corta la comunicación y contacta a Rabindranath Naik, que aparece en
el espacio visual recién desocupado.

–Acabo de mandar al demonio a Erdogan. ¿Estás listo Rab?

–Sólo esperaba tu orden. Apenas empiecen el contraataque financiero hundiremos a Heavyoils. Después de esta operación casi habremos terminado de deshacernos de nuestro portafolio basura.

–Perfecto, mantenme informada.

La imagen de Naik se desvanece, dejando ver a un primate de un metro veinte de altura, vestido de etiqueta y en actitud de servil espera. Es un transhomínido diseñado por recombinación genética, tan inteligente como un humano pero con alteraciones sinápticas y hormonales que impiden la agresividad. Aunque su rostro y cabeza se parecen a los de sus creadores, su cuerpo es más parecido al de un chimpancé, con pies prensiles que facilitan el desplazamiento en ingravidez. Sus sistemas circulatorio y óseo también están adaptados a las condiciones de vida en el espacio. Son obreros baratos, de crecimiento rápido, fáciles de entrenar y prescindibles al terminar su corta vida útil. AAH los ha desarrollado en el espacio, en paralelo al tratamiento de longevidad, aprovechando la revolución del control genético de la última década y adaptándolos a la ingravidez. Es un secreto mejor guardado que el proyecto Ambrosía, porque es una violación indefendible al código de biotecnología de las Naciones Unidas. Pero ahora está fuera del alcance de cualquier potencia terrestre y no hay razón para seguir ocultándolos. Nueve de cada diez obreros de la estación espacial son esclavos transhomínidos. Y el décimo sólo está ahí para vigilarlos.

Freja le ordena traer un café y los informes que lee cada mañana, impresos en carísimo papel de seda. Aprovecha la breve espera para llamar al general Hawkins, cuyo avatar aparece con cara de intensa angustia.

–¿Malas noticias?

–Acabamos de entrar en alerta máxima, Freja. Norteamérica dio la orden de despliegue. Todos sus navíos en el Atlántico y el Índico están tomando rumbo a África. Un ataque a la base del ascensor es inminente.

–Vaya, parece que Erdogan todavía tiene algo de influencia. Fríelos, Dex.

–Imposible, los protocolos de lanzamiento nuclear están bloqueados.

–Podemos asustarlos con unas cuantas bombas de hidrógeno cayendo de órbita. Calcula las trayectorias y pon un par de transhomínidos en cada una para que las guíen manualmente. No necesitamos demasiada precisión, apunta a la mitad de cada océano cuando las flotas se hayan concentrado.

–¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo?

–¡No te lo estoy pidiendo, es una orden!

Freja Sjoberg corta la comunicación, indignada. Todavía no puede encontrar un reemplazante adecuado para Hawkins.

Su esclavo ha traído el pedido con tanta discreción que no ha notado su peluda presencia. Le ordena ponerse cascabeles y se sirve una taza de café mientras revisa la síntesis de actualidad, inversiones y avance de obras que le ha preparado una tropa de asesores durante la noche. El caos que ha alimentado convulsiona al mundo entero y sus negocios van de maravilla. Hasta los más reacios inversionistas ahora suplican por una minúscula operación en órbita. Apenas termina su lectura, Alderman llama a la puerta. Freja abre, lo toma del brazo y lo arrastra hacia uno de sus jardines, de excelente humor.

–Puntual como siempre, Einar. Tenemos mucho que discutir. ¿Dónde quieres desayunar hoy?

Sin esperar respuesta, Freja sigue hablando mientras lo lleva a su terraza favorita. Bastante elevada sobre el fondo de un disco parque, tiene una vista estupenda sobre el magnífico jardín artificial, las estrellas y el globo azul brillante de la Tierra. Pero lo que más disfruta es recostarse en suaves cojines en la gravedad reducida. Sorbiendo un jugo de dulces naranjas, cuando Alderman ya se ha relajado un poco, vuelve al único tema que la inquieta desde que se deshizo de Allahwala.

–¿Has logrado avances con la IA, Einar?

–Me sigue eludiendo. Es inmune a todos los protocolos de contención porque no fue creada por el hombre, es una entidad autoconsciente que se autogeneró a partir de potenciales cognitivos emergentes del infomundo. Más que artificial es una pura inteligencia fotónica, una IF.

–Dile como quieras. ¿Qué podemos hacer para que deje de evitarnos?

–Ganar su confianza, pero no vamos bien con eso. El caos que AAH promueve en la Tierra no le gusta. Ponemos en riesgo su infohábitat.

–Entonces tendremos que ofrecerle algo mejor.

Intuye que su joven genio necesita motivación adicional, sobre todo para prepararlo a lo que viene. La guerra que está a punto de desencadenar será un duro golpe a los esfuerzos que él ha hecho para acercarse a la IF. Pero ya habrá tiempo para reconquistarla. Se acerca a Einar, que está mucho más guapo desde que lo convenció de seguir una dieta sana y un programa regular de ejercicio.

Con aire de revelar un gran secreto empieza a susurrarle un plan al oído. Él se entusiasma por las posibilidades y el contacto de los senos que envuelven su hombro. Ella empieza a intercalar suaves mordiscos entre las frases y luego juguetones besos húmedos en su cuello. Eso lo paraliza de excitación. Le abre el pantalón, lo besa en la boca y baja hasta su entrepierna. Él no resiste y balbucea, rojo de vergüenza.

–Perdón, no pude…

Freja le cierra los labios con su índice y sonríe

–Relájate, tenemos toda la mañana. En realidad tiene todo el tiempo del universo y nada mejor para disfrutarlo que el entusiasmo inocente de un adolescente.

GUERRA

Complejo industrial de Solar Motors, Mar de la Serenidad, Luna.
7 de Mayo, 2057.

Al sobrevolar el enorme complejo industrial de Solar Motors siento todo el peso de las advertencias de Amira. No recordaba que fuera tan grande y no logro imaginar cómo podremos apoderarnos de él, aunque parece lógico intentarlo con el máximo efecto sorpresa. Las luces de las construcciones destacan en la larga noche lunar que ahora cubre el Mar de la Serenidad, realzando la magnitud de la tarea. El conjunto parece una gigantesca colonia de arañas, con bultos de diferentes tamaños rodeados por redes siniestras y brillantes. Dos gigantescos domos centrales cubren un par de cráteres cercanos, rodeados por un centenar de hangares y hábitats secundarios conectados por un laberinto de vías, tubos y estructuras de todo tipo. Y eso es sólo la punta del iceberg, los planos que hemos podido conseguir indican que la mayor parte del volumen útil y las principales faenas son subterráneas.

Continuando nuestra órbita descendente dejamos atrás el sector, desacelerando con los retropropulsores a toda potencia. Atravesamos la cara iluminada completando los últimos preparativos y entramos en una trayectoria de aproximación casi a vuelo rasante.

A doscientos kilómetros del objetivo nuestro plan original fracasa. Recibimos la primera advertencia de seguridad.

–El vuelo en esta zona no está autorizado, identifíquese.

Amira conserva su sangre fría y responde sin inmutarse.

–Traemos un cargamento de transhomínidos. Al mejor precio que pueden encontrar entre la Tierra y la Luna.

–Nuestros radares no los detectan, explique la anomalía.

–Mala mantención de equipos. Pruebe dando un fuerte golpe en la consola.

Escuchamos un impacto mal disimulado y murmullos de disgusto. Al parecer, los cada vez más frecuentes vuelos de piratas han recordado a los vigías que es conveniente usar sus propios ojos. Después de un par de minutos y sin más explicaciones recibimos instrucciones de aterrizaje en un atracadero periférico. Amira ha dado en el clavo, las condiciones de trabajo en esta fábrica son tristemente célebres y la mortalidad de los transhomínidos debe ser elevadísima. El tráfico de esclavos robados de otras colonias es uno de los mercados más florecientes del sector. Al menos este incidente confirma que la IA infiltrada está activa y atenta a nuestra misión, dejó de intervenir el radar apenas fuimos descubiertos.

Alunizamos en una pequeña plataforma circular que es cubierta en segundos por un domo extensible. El ambiente se presuriza, pero nos obligan a permanecer en la nave. Una patrulla sube a registrarnos, interrogándonos e inspeccionando cada rincón. En la zona de carga, la tribu hace una excelente actuación de sumisión y abatimiento. Amira responde todas las preguntas, ha preparado cada detalle de esta falsa identidad hace días. Los mercenarios permanecen ocultos aplastándose en los dobles fondos construidos por los transhomínidos, deben estar pasando un pésimo rato.

Cuando nos permiten descender, desnudan y forman a la tribu en una fila.Diez minutos después llega un elegante ejecutivo y los inspecciona uno a uno,con brutalidad. Les abre la boca para revisar sus dientes, aprieta sus músculosy los analiza con un biokit sin esterilizar. Luego se dirige a Amira conprepotencia.

–Veinte créditos por cada uno.

–Cincuenta, están en excelentes condiciones.

–Veinticinco.

–Cuarenta, es mi último precio.

–Treinta.

–Cuarenta y cinco.

–Ok, cuarenta, pero los quiero lejos de esta base en tres minutos.

Amira le transmite el número de una cuenta segura, confirma el depósito y damos media vuelta. Seis mercenarios casi invisibles salen corriendo de la nave. En sus combinaciones de camuflaje ópticamente activo apenas se ven como una racha caliente generando turbulencias térmicas. Los guardias y el ejecutivo caen degollados sin alcanzar siquiera a pestañear. Sus neuromas son hackeados antes que se extinga la actividad neural, sus manos y ojos son extraídos con precisión quirúrgica y conservados en sistemas portátiles de soporte biológico.

Siguiendo al invisible grupo de vanguardia bajamos al subsuelo y corremos hacia el núcleo del complejo. El resto de los ciborgs nos alcanza, distribuyéndose en partes iguales a la cabeza y retaguardia del pelotón. Las alarmas se activan y empezamos a encontrar focos de resistencia aislados que son aniquilados, sorprendidos por los imparables fantasmas. El combate se pone serio cuando llegamos al acceso de una de las cúpulas principales, donde nos espera un numeroso contingente bien atrincherado. Una racha de metralla de grueso calibre cobra nuestras primeras bajas. Nos parapetamos entre los resquicios de las hileras de containers alineados a ambos lados de la ancha galería. Cuatro ciborgs camuflados intentan infiltrarse tras la línea enemiga pero son pulverizados con sorprendente precisión. Estos artilleros tienen sistemas de visión térmica o biométrica.

Otra tropa cierra una trinchera a nuestra espalda y nos corta la retirada.Nuestra posición se hace insostenible, tenemos pocas armas, de escasa potenciay a cada segundo nuestra inferioridad numérica es más pronunciada. Estamosprotegidos contra el fuego cruzado, pero vulnerables a un ataque con
lanzallamas. Lo único que los detiene para incinerarnos es el contenido de los containers, que debe ser muy valioso o explosivo.

La metralla empieza a atravesar nuestras improvisadas trincheras, aplastándonos con plomo y esquirlas. Los ciborgs resisten, pero los transhomínidos empiezan a caer con gruñidos sordos. Siento un ardor en mi costado derecho. Una lámina metálica de unos treinta centímetros se ha incrustado justo arriba de mi pelvis y la sangre me corre hasta el pie. Un mercenario me tumba, arranca el metal haciéndome ver estrellas y devuelve a su lugar un segmento de intestino que se desliza hacia afuera. Rasga mi combinación, junta los bordes de la herida y los une con un adhesivo quirúrgico que además esteriliza el sucio corte. Una quemadura de ácido tortura mis entrañas, no resisto el dolor y caigo inconsciente.

Despierto segundos después con un inhalador en mi nariz y una pistola hipodérmica clavada en el cuello. Me pongo en pie de un salto, eufórico y justo a tiempo para escuchar el grito de guerra de la tribu local, que se impone al estruendo de las armas. Marchando en masa desde el gran domo y cayéndoles por la retaguardia, aplastan la línea defensiva de Solar Motors usando sus herramientas como garrotes y punzones. La artillería se detiene unos segundos y luego redobla el ritmo concentrándose en la trinchera enemiga a nuestra espalda.

Aprovechando la cobertura corremos pegados a los containers hasta resguardarnos tras la barricada. Nos encontramos en medio de una carnicería. Los cadáveres humanos se confunden con los de transhomínidos, cinco veces más numerosos. Seguimos avanzando hacia el domo, donde nos reciben con vítores guturales y el retumbar de miles de puños golpeando sus pechos. El gigantesco interior de la cúpula es saturado y opresivo, bajo una geodésica ancha y baja, diseñada para ahorrar aire. Está repleta de maquinarias y vehículos en distintas etapas de terminación, estacionados hasta el techo. Centenares de pozos se hunden hacia las entrañas de la Luna, por los que suben los productos de diversas líneas de producción, listos para el ensamblaje de accesorios y retoques manuales. Lejos del limpio vacío que sugiere su aspecto exterior, el hangar está invadido de andamios, tubos y cables, entre los que salta un millar de transhomínidos enajenados, con sus trajes de faena hechos jirones.

Nuestra tribu se distribuye entre ellos para organizarlos. Han entrenado para este momento durante seis meses y son los únicos capaces de realizar el milagro que necesitamos. El caos toma forma, justo a tiempo para montar barricadas en todos los accesos y defenderlos contra todas las tropas del complejo, que convergen hacia nuestra posición. No podremos resistir un asedio prolongado, el reciclaje de oxigeno ya ha sido interrumpido.

La generala N’Dam convoca a dos jefes mercenarios, a Cientodós y a tres líderes de las tribus locales. Nos reunimos en una sala que domina visualmente el hangar. Descartamos casi de inmediato una incursión a la otra gran cúpula del complejo. Es un gran espacio de ventas lleno de naves terminadas, pero allí la dotación de transhomínidos es escasa y nuestra posición es demasiado frágil como para dividirnos. Hacemos una rápida estimación del número de vehículos funcionales a nuestra disposición. Son suficientes para dispersarnos, pero tenemos que resolver el cuello de botella de los despegues y salir en masa para minimizar las bajas. El ambiente es tenso y no mejora cuando Amira pide voluntarios para intentar un ataque al reactor central del complejo. Intento dar el ejemplo pero a pesar de los estimulantes apenas logro mantenerme en pie y ella me rechaza. Los mercenarios se niegan a acompañarla. Los cuatro transhomínidos los miran con desprecio y prometen reclutar a sus compañeros mejor preparados. Nuestra precaria alianza se desintegra, los ciborgs confabulan en un infoespacio encriptado, evaluando la estrategia que les permita obtener el máximo provecho de esta fracasada incursión.

La fatiga y la pérdida de sangre me tienen al borde del colapso. Mi visión está empañada por puntos danzantes, negros y blancos. Apenas logro seguir el hilo de los acontecimientos. Cientodós me arrastra hasta una pequeña nave, a la que suben otros dos transhomínidos. Casi como en un sueño percibo la agitación en el hangar, mientras las tribus suben frenéticamente a los vehículos operativos.

Los grupos que defendían los accesos vuelven corriendo entre las máquinas, seguidos de cerca por los gases inflamados de las explosiones con que han colapsado los túneles y desintegrado las vías exteriores. Los sellos de emergencia no bastan para evitar la descompresión y muchos se congelan antes de poder entrar a la cabina de un vehículo. Hay apenas una combinación espacial por cada cincuenta obreros.

Dos precisas líneas paralelas de detonación abren una brecha de lado a lado de la cúpula. Alrededor de doscientas naves pequeñas y veloces despegan al mismo tiempo, evitando por milagro las colisiones en medio de la confusión y esparciéndose en todas direcciones. La rápida maniobra sorprende a la artillería espacial, pero su reacción es demoledora y apuntando casi al azar abaten a un cuarto de los fugitivos. Pero con esta diáspora de transhomínidos podremos iniciar la multiplicación de focos de resistencia ocultos entre los asteroides. Cientodós acelera en una órbita de escape, elevándonos mientras atravesamos el onírico paisaje del día lunar. Con mi último resto de lucidez intento comunicarme con Amira, sin éxito. Antes de escapar del campo gravitatorio volvemos a pasar sobre el Mar de la Serenidad. De pronto un apocalíptico resplandor ilumina la noche, dibujando imposibles contrastes con las sombras de los cráteres. El fuego termonuclear del reactor saboteado desintegra el mayor complejo industrial de la Luna y evapora kilómetros de roca a su alrededor.

Acelerando en una incierta trayectoria caigo en coma. En mi delirio me
devoran cientos de arañas que brotan de la herida y sonríen con el rostro de
Freja Sjoberg inyectándome veneno. Sólo me reconforta un perturbador
recuerdo maternal de Amira N’Dam.

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Matias Garreton

 

 

Sobre el autor: Matías Garretón (Santiago, 1975). Doctor en urbanismo, investigador en geografía humana, arquitecto. Vivió y trabajó en París durante sus estudios de postgrado. En España publicó, bajo seudónimo, una saga de ciencia ficción en 2 tomos: Crónicas del Aleph (Espiral, 2012).

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