Un Diálogo ameno con Daína Chaviano por M. C. Carper

daina_chavianoDaína Chaviano – Escritora cubana de Cf y Fantasía – Premio Internacional de Fantasía Goliardos (México), Premio Azorín de Novela, Medalla de Oro en la categoría Mejor Libro en Lengua Española. Florida Book Awards (Estados Unidos) Por M. C. Carper

M. C. CARPER para Amazing Stories: Hola ¿Quién eres? Preséntate con tus palabras, por favor.
La isla de los amores infinitos
Daína Chaviano: Mi nombre es Daína Chaviano. Soy escritora. Me considero cubana (por nacimiento y por sobre todas las cosas), norteamericana (por adopción y por vueltas que da la vida) y celta (de espíritu y desde muchas vidas atrás).

ASM: ¡Vaya! Por lo general cuando responden a la primera pregunta hay personas que tratan de mencionar todo. Bueno, tú lo has hecho. Pero como seguidor de tu blog, podría añadir que has sido premiada muchísimas veces. Tienes montones de títulos publicados tanto en Cuba como fuera de ella y que tu libro La isla de los amores infinitos ha sido traducido a… ¿Veinticinco idiomas? ¿Hay tantos idiomas en este planeta? ¿Qué sensaciones tuviste cuando supiste que ibas a tener lectores en casi cada rincón del mundo?

D.C.: Tu cifra es correcta. Se ha publicado en 25 idiomas, aunque se trata de una novela que en un principio no fue fácil de vender al mercado español. Desde que empecé a escribirla, supe que su lectura exigiría un esfuerzo adicional debido a su estructura laberíntica. Pero nunca me he guiado por los requerimientos del mercado, así es que seguí adelante. Mi antiguo agente literario la tuvo en su poder durante un año y medio y, aunque le gustaba mucho, al final se dio por vencido porque no logró interesar a ninguna editorial. Para mí fue devastador, porque había dedicado mucho esfuerzo y centenares de horas de investigación y escritura a esa novela. Finalmente, gracias al escritor Alan Dean Foster encontré a una agente norteamericana que a su vez me refirió a la agente española que hoy me representa. Fue esa agencia la que vendió los derechos de la novela al español y, más tarde, al resto de los idiomas. Lo que ocurrió superó mis expectativas. Nunca me lo esperé.

ASM: ¿Fue difícil adaptarte a la forma de vida en Miami? ¿O sentiste que llegabas a un lugar óptimo para ti? Te cuento una experiencia. Hace más de una década un hecho inesperado me llevó a vivir ocho meses en una pequeña ciudad de Rio de Janeiro. En verdad, no extrañaba para nada Argentina. Estaba rodeado de gente que me quería y me movía con una soltura que nunca demostré en mi propio país. Pero un día, caminando solo por una de las ciudades históricas escuché la canción de un argentino al que nunca le había prestado atención. Pregunté a una chica que estaba escuchando y me dijeron que era la radio, que no sabían. Y fue como si me hubieran atravesado con una flecha de nostalgia ¿Te ha ocurrido algo así?

D.C.: Creo que todo emigrante pasa por experiencias muy similares. Por un lado, Estados Unidos representó un aprendizaje fabuloso de lo que es una sociedad con todas las opciones y oportunidades posibles; opciones que jamás hubiera imaginado de no haberlas vivido. Paradójicamente, tuve que llegar a Miami para conocer muchas cosas de mi propio país que sólo conocía por los relatos de mis padres y abuelos: el sabor de ciertas comidas, refranes, modos de hablar y de interrelacionarse… Fue como recuperar una parte de mi alma que había perdido, antes de haberla conocido. Al mismo tiempo, me llenaba de nostalgia pensando en las calles y los rincones de La Habana; extrañaba a mi familia, a los amigos que había dejado atrás… Para un emigrado, la adaptación nunca termina. Uno debe reajustarse continuamente a lo que recuerda o va olvidando, y a las nuevas cosas que va aprendiendo. Esto es especialmente dramático en el caso de los cubanos, donde existen tantas carencias materiales y espirituales. No creo que haya sido un proceso de adaptación difícil, sino más bien doloroso, porque como dicen en Cuba, “todo el mundo se acostumbra a lo bueno”. De todos modos, nunca he dejado de añorar a mi país.

ASM: ¿Sabes? Esta conversación tiene para mi cierto estado de pureza. No hablo de la pureza en términos católicos, sino de pureza desde la perspectiva budista. Sólo he conseguido La isla de los amores infinitos y algún que otro fragmento de El abrevadero de los dinosaurios o Fábulas de la Abuela Extraterrestre. La mejor información que tengo sobre ti es por amigos y por Internet. Recuerdo cuando entrevisté a Yoss y a Ricardo Acevedo Esplugas. Me dijeron: ¡Tienes que contactarte con Daína Chaviano! ¡Es buenísima! ¡Dile que nos conoces! Por supuesto ya había oído de ti porque en muchos lados figuras como representante de las escritoras de CF en lengua española junto a Angélica Gorodischer y Elia Barceló. Así que conversar contigo es un acto directo hacia la persona más allá de su profesión. Y leyendo La Isla… con esa estructura de varias historias que se cruzan, la destreza natural para introducir al lector a diferentes lugares y situaciones, puedo decirte que he disfrutado todo el tiempo recorriendo las páginas. ¿Cómo empezaste a aficionarte en la CF?

D.C.: Desde que la infancia, cuando comencé a leer. Mis primeras lecturas saltaron de los cuentos de hadas a Julio Verne, y de ahí a la CF en general. Todavía cursaba la escuela primaria cuando ya me sentaba por los rincones, durante el recreo, a leer novelas de CF. Conocí obras de autores nacionales y extranjeros como Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury; La Nebulosa de Andrómeda, de Ivan Efrémov; El libro fantástico de Oaj, del cubano Miguel Collazo; Aelita, de Alexéi Tolstoi; El sol desnudo, de Isaac Asimov; Jinetes del mundo incógnito, de A. y S. Abrámov, y varias antologías de cuentos, muchas de ellas provenientes de la desaparecida editorial MIR. Entre ellas recuerdo Café molecular, Viaje por tres mundos, El corazón de la serpiente, y aquella famosa selección que realizó Oscar Hurtado en Cuba. Ningún otro género literario me marcó tanto, aunque leía de todo: novela negra, literatura de terror, biografías, libros de psiquiatría, astronomía, arqueología o cualquier otro que descubriera en la biblioteca de mis padres o cayera en mis manos por otras vías.

ASM: ¡Qué suerte has tenido de disfrutar de la CF soviética! Algunos de los libros que mencionaste recién los pude conocer con la aparición de Internet. ¿Y cuando sentiste el impulso de escribir?

D.C.: Escribí mis primeros cuentos cuando tenía unos ocho o nueve años. Todavía conservo tres de ellos. Pero mi padre asegura que empecé a fabular con cuentos orales. Me contó que desde que yo tenía dos o tres años ya inventaba historias, aunque con un vocabulario muy limitado. Lo curioso es que en esas historias los personajes se la pasaban caminado todo el tiempo como buscando algo que nunca encontraban. Después de haber andado a más no poder, y sin que hubieran llegado a ningún lugar, de pronto yo terminaba el cuento abruptamente con un “colorín colorado, ya mi cuento está acabado”. Cuando pienso en eso, me asombro de la conexión que existe entre esos relatos infantiles y las novelas que escribo hoy. Casi todas mis tramas son búsquedas desesperadas en las que, muchas veces, lo que sus personajes encuentran no es lo que esperaban… si es que encuentran algo. Curioso, ¿verdad?

ASM: Sí, coincido. Uno de los motores del escritor es esa búsqueda a través de los pasajes de nuestra propia mente. En estos diálogos he descubierto que hay quienes valoran mucho el escapismo, cuestionando que no hay una realidad definida, o piensan en la escritura como una forma de expresión de los temas internos de cada uno. Me gusta lo que escribió una vez Stephen King. Dijo que un libro es como un medio de conexión telepático directo, donde una persona lee las palabras salidas de tu mente. ¿Compartís algo de esto?

D.C.: Creo que un libro es un diálogo interminable entre los muertos y los vivos. Cuando leo, tengo acceso a las palabras de filósofos, poetas, bardos o místicos que vivieron decenas, centenares o miles de años atrás. Los pensamientos de todos esos muertos continúan hablándonos cada vez que releemos sus obras.

Daina Chaviano
ASM: ¿Qué temas te gusta abordar en tus cuentos?

D.C.: He abordado todo tipo de asuntos y temas. Hasta ahora he publicado cuatro libros de cuentos. Me di a conocer con Los mundos que amo, que recibió el Premio David de Ciencia Ficción. En algunos de esos cuentos, el ambiente cubano se mezclaba con asuntos clásicos del género. En Amoroso planeta incluí muchos relatos escritos durante mi adolescencia con el tema del amor como protagonista ―no sólo el amor sensual o erótico en la pareja, sino también el amor materno, el amor imposible por razones biológicas, y otros― con una gran carga mitológica en los relatos. Más tarde salió El abrevadero de los dinosaurios, que recogía cuentos breves de humor satírico, que hacían una crítica velada a algunos aspectos de la sociedad cubana con un trasfondo fantástico. Por último, recibí otro premio literario por País de dragones, un libro de cuentos para jóvenes cuya temática puede adivinarse por el título y que nunca llegó a salir en la isla. Todos esos libros ya están agotados, aunque tres de ellos se publicaron fuera de Cuba. Por último, existe un quinto libro de cuentos de temática fantástica que escribí estando en Cuba y que nunca ha visto la luz.

ASM: ¿Y tienes ganas de publicarlo?

D.C.: Por supuesto. Ya lleva veintidós años guardado en un cajón. Lamentablemente, las editoriales no quieren publicar libros de cuentos. Pero no pierdo la esperanza de que algún día salga a la luz.

ASM: ¿Cuál es tu aspiración? ¿Fama?

D.C.: Eso que llaman fama es una maldición. No me hace la menor gracia que alguien esté pendiente de mi vida privada. Cada vez que leo un artículo sobre algún escándalo o polémica en torno a un escritor, se me ponen los pelos de punta pensando en cómo debe sentirse el infeliz protagonista de la crónica. Hubiera querido vivir en el siglo XIX o a principios del XX, cuando nadie molestaba a un autor para exigirle una opinión cada vez que ocurría cualquier cosa en el mundo. Muy rara vez acepto ir a programas de radio o de TV. No me gusta aparecer ante las cámaras ni en los escenarios. Esa es la razón por la que tengo un sitio Web, blog, Facebook y Twitter. Las redes me permiten mantener contacto con los lectores, desde la privacidad de mi biblioteca, sin un intermediario. Mi única aspiración es la que siempre tuve desde que empecé a escribir: contar historias que revolotean en mi cabeza y me piden a gritos que las deje salir.

ASM: Bueno, por suerte los escritores y los dibujantes no somos tan mediáticos y podemos disfrutar de cierto anonimato. Una vez leía un reportaje a Richard Bach donde comentaba que Argentina era el único lugar en el mundo donde lo reconocían por la calle. Tú asistes a las ferias del Libro de Miami ¿Qué puedes contar de esa experiencia?

D.C.: No me molesta que me detengan y me pidan autógrafos en las ferias del libro. Quienes acuden a ellas son lectores, es decir, personas que aman los libros y tienen palabras de agradecimiento para el autor. A diferencia de las entrevistas de prensa, radio o televisión, que muchas veces se realizan por encargo, y no porque al periodista le interese realmente la literatura, las ferias del libro dejan experiencias muy gratas. Hasta los lectores de mayor edad se te acercan como niños curiosos, haciendo preguntas ingenuas o fascinantes. La actitud de los lectores hacia un autor es siempre de una inocencia que no deja de conmoverme.

ASM: ¿Qué es lo que te hace juzgar si un relato es bueno o malo?

D.C.: El deslumbramiento. Necesito el chispazo cegador de lo inesperado o lo novedoso para dejarme seducir. Me gusta la sorpresa de la trama y la originalidad de lo que se plantea como trasfondo. Y si el cuento tiene más de un nivel de lectura, mejor que mejor.

portada_korad12ASM: ¿Estás de acuerdo con los filtros de edición? ¿Quién debería realizarlos?

D.C.: El agente literario y el editor/lector son muros importantes para decantar lo que publica una editorial. No son filtros infalibles, pero sin duda ayudan a eliminar muchas obras fallidas y hasta errores ocasionales que se encuentran en los mejores libros. Las editoriales han aprendido a confiar en los agentes literarios, que les hacen llegar contados manuscritos entre las decenas que pasan por sus manos. A su vez, la editorial cuenta con lectores que muchas veces son los propios editores, quienes decantan aún más lo que les entregan los agentes, para saber si se ajusta a los temas y calidad de lo que publican. Sin esos filtros, no alcanzaría el dinero para comprar libros y más libros hasta hallar alguno que realmente valiera la pena.

ASM: El agente literario es imprescindible ¿verdad?

D.C.: Pienso que sí, al menos para quienes desean convertirse en escritores profesionales. La mayoría de las editoriales se niegan a leer manuscritos que no han pasado por el tamiz de un agente. Me han contado que muchos manuscritos que les llegan por correo, y no a través de un agente, terminan en la basura sin que nadie los haya leído. Es una realidad que pocos conocen.

ASM: ¿Qué opinas de los neologismos?

D.C.: No estoy en contra de los neologismos, pero hay que tener sumo cuidado al crearlos. Jugar a inventar palabras para suplir alguna que ya existe es uno de los peligros más comunes que acechan a los autores de CF, especialmente a los más novatos. Hay que poseer cierta pericia en el oficio antes de intentarlo. Un invento fallido o innecesario… y el autor caerá irremediablemente en el ridículo.

habanaOculta2ASM: ¿Qué es la CF para ti?

D.C.: Ante todo, es un recurso literario que ofrece herramientas de creación diferentes a las de la literatura tradicional. Tiene sus propias reglas, además de las que son comunes a toda la literatura; y dentro de ellas, uno puede idear otras que respondan a la trama específica que uno quiere contar. Según mi experiencia, la CF permite un ejercicio más irrestricto de la imaginación. Por esa razón me cuesta tanto trabajo escribir novelas circunscritas a la realidad. Una vez que un escritor ha comenzado su carrera sumergido en la CF y la fantasía, como es mi caso, limitar los escenarios equivale a ponerse una camisa de fuerza. Para no sofocarme mientras escribo novelas de ambiente histórico, inserto elementos fantásticos, mágicos o paranormales. No lo hago de manera consciente. Simplemente no sé crear historias de otro modo. Y están allí porque veo e interpreto el universo de esa manera.

ASM: Te entiendo a la perfección. Cuando cursaba las clases de Dibujo y Pintura, me hastiaba hacer mil bodegones y transformaba las frutas en monstruos, Cuando hacía paisajismo no concebía una montaña sin un dragón por ahí arriba. Al final expusieron en el salón del instituto un cuadro de una escena selvática con un árbol caído en un río, lo que mis profesores no sabían era que estaba sin terminar y faltaba un dragón recostado sobre el tronco. ¿Cuál de tus cuentos te es más querido? ¿Por qué?

D.C.: No puedo escoger. Todos mis hijos son iguales ante mis ojos… Y me encanta tu anécdota sobre el dragón ausente. Lo mismo me ocurriría si tratara de escribir literatura realista. Siempre faltaría algún dragón, espíritu o duende que acechara desde algún rincón.

ASM: ¿Crees que hay lectores para lo que escribes?

D.C.: Me imagino que sí. Tengo muchísimos seguidores en mis páginas de Twitter y Facebook. Por mi blog y sitio Web pasan centenares de visitantes cada semana. Y si mis libros se venden, supongo que sea porque los lectores encuentran allí algo que les interesa.

ASM: ¿Tienes un e-zine favorito?

D.C.: Sigo a varios que me gustan mucho, entre ellos los e-zines cubanos Korad y Cuenta regresiva, que tienen un espacio asegurado en mi blog, pues sus realizadores no cuentan con uno propio. Cada vez que sacan un número me lo envían y yo lo subo a mi blog. De ese modo logran una difusión mayor y sus textos e ilustraciones llegan a más personas en todo el mundo.

ASM: ¡Ah, Korad! ¡Me gusta mucho lo que está haciendo Carlos Duarte Cano! Es una linda revista. Y veo que la difundes mucho desde tu blog. ¿Hay algún autor contemporáneo que sigas?

D.C.: Haruki Murakami, Rosa Montero, Mario Vargas Llosa, Ted Chiang, y algunos más.

ASM: ¿Qué opinas de los ilustradores?

D.C.: Cuando me hablan de la ilustración, lo primero que pienso es en la literatura para los más pequeños. El trabajo de los ilustradores es esencial para cualquier libro infantil y para un gran porcentaje de los juveniles. En la literatura para adultos, cuando no se usan fotos para el diseño exterior, son los responsables del rostro de un libro. Sin ellos, tampoco tendríamos las portadas para los libros de fantasía y CF, formadas por ilustraciones el 99% de las veces. Una ilustración puede atraer o espantar a los lectores. Por eso, en cada contrato de mis libros, siempre exijo una cláusula que me permite estar en comunicación directa con quienes ilustran o diseñan las portadas. Es una colaboración muy útil porque permite el intercambio de ideas sobre el ropaje que tendrá cada libro y, de paso, me posibilita percibir cómo alguien interpreta visualmente mis historias.

ASM: Una vez posteaste algo sobre la historieta cubana. No conocía casi nada de lo que mostraste ahí. ¿Lees historietas? ¿O leías historietas en Cuba?

D.C.: Ya no las leo, pero cuando era niña ya adolescente me fascinaban. Durante algunos años se publicaron en Cuba varias clases de historietas, todas de ilustradores cubanos, que eran francamente fabulosas. Yo las leía y releía sin cansarme. Había desde aventuras de piratas hasta adaptaciones de clásicos de la CF. Nunca tuve acceso a historietas de otros países, y cuando salí de Cuba ya era adulta y estaba demasiado interesada en otros temas para ponerme a buscarlas. Es una pena que nunca hayan intentado continuar con este tipo de publicaciones en la isla, pero me imagino que algún día el género renacerá allí cuando haya más opciones materiales y espirituales.

Portada_Historias de hadas para adultos (Daína Chaviano)ASM: ¿Qué opinas de la autoedición?

D.C.: El método tiene sus pros y sus contras, en dependencia de quién lo utilice. Por un lado, creo que un escritor consagrado y muy conocido podría darse el gusto de autoeditarse algunos títulos que quizás fueron publicados por alguna editorial y ya se han agotado. Para autores noveles o debutantes, la autoedición puede ser un arma de doble filo. Los escritores sin experiencia suelen autopublicarse libros de dudosa calidad literaria y de ínfima presentación, porque no tienen la experiencia de haber trabajado con esos filtros profesionales tan necesarios (editor, ilustrador) en el mercado editorial. A eso hay que añadir que un autor desconocido enfrentará muchas dificultades para promover su propia obra. No cuenta con la ventaja de los escritores consagrados que, en caso de autopublicarse, ya tendrían un público que los sigue. Por si fuera poco, una vez que un debutante se ha autopublicado, pasa a formar parte de esa masa de nombres a los que ninguna editorial ya establecida les dará cobijo por el simple hecho de que ellos mismos sacaron su primer libro: algo que se considera una especie de pecado ―es decir, la prueba fehaciente de que ese autor no tuvo suficiente talento y necesitó pagarse su propia edición. En otras palabras, la autopublicación parece más válida para el escritor ya consagrado o para quien no aspira a ser un profesional, sino que solo quiere tener un texto publicado, quizás para regalarlo a amigos y familiares. Pero quien aspira a ser un escritor profesional, autopublicarse antes de haberlo hecho con una editorial reconocida, puede su propia tumba como autor. Hay excepciones, como todo en este mundo.

ASM: Si, es un tema difícil. Conozco muchos chicos que ya rozan los cuarenta y han perdido las esperanzas. Por eso empiezan a autopublicarse. Y lo entiendo, hace décadas que buscan un lugar, nadie los ha apoyado y, ccosa curiosa, no les falta talento. ¿Ves televisión?

D.C.: Sí, pero jamás noticias, ni “reality shows”, ni deportes, excepto las Olimpiadas. Prefiero series de ficción (The Big Bang Theory, Game of Thrones, Grimm) y la programación de canales como Discovery Channel y History Channel.

ASM: ¿Qué opinas sobre los adelantos tecnológicos en la vida diaria?

D.C.: Algunos, como los iPhones, me parecen una pérdida de tiempo. Uso mi celular para comunicarme oralmente, como he hecho siempre con un teléfono tradicional. Me he negado a comprar uno de esos aparatos que tienen todo tipo de aplicaciones, programas de juego, y cosas así. Ni siquiera uso los mensajes de texto. Se pierde un tiempo precioso con ellos. No critico a quienes usan estas cosas, pero personalmente no me interesan. Otros adelantos, como Internet, son tan útiles que se han vuelto imprescindibles. Nada mejor que enviar y recibir una respuesta desde el otro lado del mundo en cuestión de segundos a través del correo electrónico. Una posibilidad así se ha vuelto indispensable en mi trabajo.

ASM: Si, hay recursos muy cómodos, pero también es muy saludable no tener un celular encima todo el tiempo. ¿Qué piensas de las nuevas formas de comunicación? ¿Y las redes sociales?

D.C.: Son muy eficaces para mantener contacto o reencontrarse con familiares y amigos que dábamos por perdidos. Su utilidad en actividades de carácter cívico es también innegable. Por ejemplo, Twitter y Facebook se usan ampliamente para romper el monopolio de la información que mantienen muchos gobiernos o dictaduras contra sus ciudadanos. También son estupendas para intercambiar ideas en tiempo real con personas que están a miles de kilómetros de distancia y cuya existencia jamás hubiéramos conocido de otro modo. Pero existe una gran paradoja en el uso de las redes, y es que este acercamiento global al mismo tiempo puede aislarnos más como individuos. Ya los psicólogos hablan del IAD (Internet Addiction Disorder o Síndrome de Adicción a Internet). Esta ciberadicción, como también la llaman, se ha convertido en una epidemia psico-social. Miles de personas se han dejado arrastrar por el vicio de las redes y se han convertido en criaturas más apegadas a la vida virtual que a la real. Esto es un nuevo problema que antes no existía.

ASM: Sí, siempre digo que Facebook y Twitter son la mejor herramienta de democracia participativa en tiempo real. Espero que no inventen algo para callar voces. Ahora los chicos siguen aventuras a través de juegos de video o historias en cine condicionadas por el merchandising. ¿Piensas que eso reemplazará a la literatura tradicional?

D.C.: Dios quiera que no, pero me temo lo peor.

ASM: Si hubiese un holocausto climático o ecológico ¿Qué harías?

D.C.: No quisiera vivir en una situación así. Preferiría morir con la mayoría y pasar a otro plano de existencia.

ASM: Otro plano de existencia… Eso me recuerda a unos libros que me impresionaron hace años. Eran de Ted Sturgeon: Más que humano y Violación cósmica. Al final de ambos ocurre un cambio a nivel global que une a las personas transformándolas, haciendo que se comprendan y se establezca una especie de simbiosis. En el mundo actual, la mayoría de las personas acepta seguir ciegamente a “conductores” que no se conocen a sí mismos y los dirigen de un lado a otro sin cultivarles sabiduría. Buscan llenarles el estómago o los centros de placer, pero sin ningún fin. Los presidentes de hoy tienen mucho de rock stars. Sonríen todo el tiempo, se disfrazan de próceres, se asumen como redentores y hablan al pueblo de amenazas constantes, enemigos sin rostro por todos lados. Es un modelo que se repite. No sé. Me parece que los humanos buscamos volver a empezar y tal vez eso no sea posible. ¡Ya no somos niños! Pero todo me lleva a creer que la humanidad vive ciclos que se reinician cada década ¿Qué pensás del futuro de la humanidad?

D.C.: La humanidad es un ciclo. Las civilizaciones nacen, prosperan en mayor o menor grado, y al final terminan por desaparecer. Nuestro peor defecto, como seres humanos, es suponer que este modo de vida es eterno. Somos como adolescentes. Nos creemos inmortales. Pero los avances tecnológicos no son la salvación de una cultura, como muchos piensan. Por el contrario, pueden ser la causa de un desastre que provoque la desaparición de toda la especie. En el mejor de los casos, si esto ocurre, quizás los sobrevivientes derivarán en una sociedad completamente diferente que olvidará lo que fuimos o nos relegará al equivalente de unas páginas en nuestros libros de Historia. Es increíble que ningún sistema escolar enseñe a los niños que la ruina de tantas civilizaciones se ha originado en las mismas causas que ponen en peligro la nuestra: la violencia, las guerras, los desastres ecológicos y climáticos… No les enseñan a pensar que también podríamos desaparecer si no buscamos un remedio a esos peligros. Nadie prepara a las nuevas generaciones para pensar de manera diferente a las anteriores que ya desaparecieron. Creo que si no cambiamos, nuestra civilización durará mucho menos que la egipcia o que el Imperio Romano.

ASM: ¿Y en lo personal? ¿Piensas en paz y armonía? ¿Volverás a Cuba como Bilbo en su historia de una ida y una vuelta?

D.C.: En estos veintidós años que llevo fuera de mi país, he ido dos veces a visitar a mi padre. La primera vez que pude entrar fue diecisiete años después de haber salido. Mi madre ya había muerto. Ahora que mi padre puede viajar, prefiero pagarle un pasaje y sacarlo por varias semanas de la isla. De todos modos, espero regresar algún día a reunirme con los amigos y con los miles de lectores que me siguen desde la distancia. No soy de los que piensan que todos los que se han quedado en la isla son culpables de algún pecado que merezca ser castigado con el odio o la intolerancia de quienes tuvimos la suerte de irnos. Creo en la búsqueda de la armonía, lo cual no significa que piense en la absolución de quienes cometieron crímenes o abusos contra ciudadanos indefensos o inocentes. Pero es una decisión que deberán decidir algún día otras personas, más capacitadas que yo en la aplicación de la ley. En el plano individual, intento por todos los medios de no dejarme arrastrar por el odio o la violencia verbal ni física. Y nunca he confundido a mi país o a mi pueblo con las personas que lo tiranizan. Por eso en mis novelas hay tanto amor hacia la isla donde nací.

ASM: ¿Crees que los autores de CF son nerds o ratones de biblioteca despegados de la realidad?

D.C.: Para nada. Creo que incluso se encuentran mucho más al tanto de ciertos problemas que la mayoría de los autores tradicionales. ¿Quiénes predijeron la bomba atómica, los viajes al espacio, la televisión, las catástrofes ecológicas, los submarinos, el uso de Internet, etc., etc.? No fueron precisamente los escritores de literatura tradicional, ni los periodistas, ni los políticos. Ni siquiera los sabios o los científicos de diversas épocas se atrevieron a imaginar todo lo que fue descrito hace décadas por esos “locos” fantasiosos que vieron antes que nadie lo que nos aguardaba (bueno o malo), simplemente porque llegaban a conclusiones audaces después de observar el mundo que los rodeaba.

ASM: Es cierto. ¿Cuál fue el último cuento de CF que leíste?

D.C.: No podría decirte. Últimamente leo tanto y tantas cosas (casi siempre 4 ó 5 libros a la vez) que no puedo poner un orden en lo que leí primero o después.

ASM: ¿Y puedes adelantar algo de tus publicaciones futuras? Sé que te tomas mucho tiempo para terminar un libro.

D.C.: Prefiero no adelantar nada sobre mis futuras publicaciones. Si bien es cierto que me demoré bastante con La isla… y ahora con la novela que estoy escribiendo, ha sido por las características de ambas. Espero que, para las próximas, la espera de los lectores sea menor.

ASM: ¿Piensas que alguien leerá este diálogo?

D.C.: Eso espero. Sé que tu blog recibe muchas visitas y tengo la impresión de que hay unos cuantos lectores que me siguen. Pero si no fuera así, por lo menos la hemos pasado muy bien haciendo esta entrevista.

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